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miércoles, 5 de diciembre de 2012

Gabriela Margall


La Princesa de las Pampas.
Entre 1851 y 1852, el gobierno del Restaurador llega a su fin. El corazón de Buenos Aires es Palermo, donde Juan Manuel de Rosas dirige hasta los deseos de su hija Manuelita mientras resiste los embates de una oposición cada vez más organizada. En “La inglesa”, la estancia de los Evans, palpita otro país: el de la cría de mansas ovejas, el de un corazón unitario que participa secretamente en la resistencia, el de la convivencia armónica entre criados y patrones, el de un amor que no puede ser dicho y que deberá, como la patria, tomar otro destino. Pablo Evans renuncia a sus sueños para sostener la estancia familiar, pero no renuncia al sueño de luchar por la patria que quiere. A su lado, Magdalena, una hermosa mulata de ojos claros, criada por los Evans como si fuera una hija más, enfrentará a los Colorados del Monte, desafiará todas las convenciones de la época y encontrará, casi por sorpresa, su verdadero amor. En su travesía, irá develando su verdadero origen


Ojos Color Pampa.

A fines del siglo XIX, en la Argentina que empezaba a adquirir una forma definitiva, era infrecuente que una mujer escribiera. Había, desde ya, excepciones. Voces que se destacaban, a pesar de la insularidad de su producción. Allí están Juana Manso, Rosa Guerra, Eduarda Mansilla y Juana Manuela Gorriti. A este grupo se suma ahora la historia de Amelia Saldaña. Amelia Saldaña, hija de una familia encumbrada que lo pierde todo, quiere ser escritora. Escribir, aquello que los otros ven solo como una obstinación, es lo que le permite seguir adelante. Aferrarse a la escritura es su patrimonio. Como parte del espíritu romántico de su tiempo, la vida de Amelia también será agitada, controvertida, llena de encrucijadas. En una época llena de dicotomías, nuestra escritora también encontrará las suyas: la literatura por encargo o la que se desea escribir; el amor de Alejandro, militar, o el de Juan Ignacio, literato; el silencio del seudónimo o la propia voz.

mio